Solamente el ejercicio de la vida espiritual agudiza nuestros sentidos para percibir a Dios.
Como líderes tenemos la responsabilidad de modificar periódicamente la manera en que practicamos nuestras celebraciones.
El obrero sabio sabe distinguir entre las cosas que son realmente necesarias para su ministerio.
En la crisis tenemos la oportunidad de vernos tal cual somos.
Solamente cuando estamos seguros de nuestra condición de amados, podremos estar en condición de realmente bendecir la vida de otros.
Es el camino de la sencillez el que nos va a llevar a la madurez espiritual.