En la conversión el ser humano no tiene ningún rol protagónico, es Dios quien se mueve buscando al hombre.
Cuando invitamos a personas a que se conviertan en discípulos de Cristo debemos hacer hincapié en que deben dejar todo.
El principio de un elemento escondido en el crecimiento, es aplicable a todos los ámbitos de la vida espiritual.
Las propuestas de Dios siempre tienen su inicio en situaciones frágiles que no dan el más mínimo indicio de lo que ocurrirá.
Para identificar quien es legítimo y quien no, debemos prestar atención a las actitudes y comportamientos.
Vivamos a plenitud cada día, con sus cosas buenas y malas, de modo que no tengamos, a la noche, de qué lamentarnos.