El enemigo no busca únicamente enseñorearse de síntomas; él va en pos de lo que produce dichos síntomas.
Cuando dejamos la ofensa recibida de otros en manos de Dios, estamos afirmando que él sabe bien qué es lo que necesitamos y no hará otra cosa que lo mejor para nosotros.
La competencia es una forma de guerra en la que yo soy, al mismo tiempo, atacante y adversario. La competencia es una fosa llena de serpientes que desatan multitud de sentimientos venenosos.
Puedo soportar la crítica del mundo, y aun la de mis amigos cristianos, si mi corazón está limpio delante de Dios.
Dios me anima a llegar a ser un creyente de firme confianza en él, y a crecer tan sólido en la disciplina, que él me podrá confiar funciones de responsabilidad en su gran plan eterno.
La oración específica del Señor Jesús fue que Dios no nos sacara del mundo y nos protegiera del mal. Si salimos del mundo negamos nuestra vocación.