¿Cómo enseñar valores a los hijos?
Cuando hablamos de valores, debemos detenernos para reflexionar sobre el tema. En el campo de la familia, todos somos exploradores; nadie es experto. La familia se celebra al final de la carrera, cuando vemos el fruto de la vida de los hijos y observamos el resultado de la entrega. Ellos arriban al altar y nosotros podemos declarar: «te preparé desde que naciste para este momento».
Impacto sin igual
Nuestro problema es que siempre guiamos a nuestros hijos incapaces y pequeños. Se ha dicho que los niños no aprenden los valores porque se los enseñemos. La verdad es que los niños aprenden valores porque los observan en la vida. Los niños creen lo que sus padres dicen y viven, pero no creen mucho en los discursos que dan. No puedo decirle que no mienta y esperar que no mienta. Aprenderá el valor de la honestidad a partir de que lo vea modelado en mi vida.
Yo les he preguntado a algunos jóvenes: «¿cuáles aspectos de sus papás les gustan menos?» Ellos responden: «Cuando se ponen a sermonear». Es hora de que nos convenzamos de que no se enseñan valores por ese camino.
Déjeme darle un ejemplo:
Para que le diera un beso antes de ir a dormir,
al lado de mi silla una noche permaneció, dijo este padre,
y su rostro ansioso levantó hacia mí.
Un rostro radiante de amor.
Después que tomé en mis brazos al hijo que Dios me había dado,
Sus pequeños brazos, mi cuello rodearon,
y entonces le oí decir cuatro sencillas palabras que olvidar no puedo,
cuatro palabras que orar me hicieron.
Esas palabras delante de mi alma un espejo pusieron.
Fueron palabras que me sorprendieron y aún escucho.
El dijo: «yo seré como tú».
«Seré como tú»
¿Por qué enseñar valores a los hijos? Porque ellos, en silencio nos avisan: «un día seré como tú». Aunque no lo digan, aunque parezca que en algunos momentos no hablamos, en secreto, ese niño anuncia: «un día yo seré como tú». ¿Quiere saber cómo serán sus hijos cuando crezcan? Mírese en el espejo.
¿Por qué es importante cuidar nuestro estilo de vida? Porque un día ellos no serán el discurso que les hemos repetido. Serán lo que han visto en nosotros.
Convicciones con peso
¿Qué es un valor y cómo impacta la vida de mis hijos? Un valor es una convicción profunda. Los valores son como los rieles que nos permiten emprender, con acierto, el viaje de la vida. Son los enunciados que nos guían para cumplir nuestra misión. Son las bases sobre las cuales construimos un proyecto perdurable. Los valores son ideales que influyen en nuestra manera de ser e inspiran nuestro comportamiento frente a la vida.
Los valores son verdades profundas, universales y atemporales. El valor de la vida sigue siendo incuestionable. El valor del trabajo, del tiempo, de las finanzas no cambian. Se aplican de manera universal y en todo tiempo.
Ingrediente fundamental
¿Por qué enseñar valores a los hijos? Porque no es posible construir un proyecto vial sin carretera, una casa sin fundamento. Resulta imposible que una locomotora corra sin rieles. Dependiendo de los valores que una persona siga, así será su actuar y las decisiones que escoja. El fundamento debe establecerse en lo más profundo para que el proyecto de vida sea extenso y elevado. Los valores guían el desarrollo moral y psicológico de la persona. De ellos depende lo que el niño crea y sienta acerca de sí mismo y de los demás.
Para que nuestros hijos crezcan con una sana autoestima resulta vital que ellos abracen valores claros. Cuando reconozcan su valor como personas, porque Dios los formó con una misión o un propósito, cuando adviertan que Dios los acepta y ama porque son personas y no porque sean inteligentes o de buena apariencia, entonces serán capaces de relacionarse con otras personas de una manera sana. Ese conjunto de valores los llevará a desarrollar la capacidad de juzgar y valorar sus actos. Y no solamente esta, sino también la competencia fundamental de discernir entre lo bueno y lo malo, lo adecuado y lo inadecuado.
Un estudio que publicó una universidad reproducía el reclamo de una joven, de diecisiete años: «ustedes han renunciado al derecho de enseñarnos la diferencia entre el bien y el mal». ¡No renuncie a esa responsabilidad! No permita que su hijo decida por sí mismo. Necesita de su orientación. Las decisiones que tomamos en la vida dependen, en su mayor parte, de los valores que nos inculcaron de niños.
Tarea de cada día
Educar, sin embargo, no es imponer. Mi hijo amará a Dios porque ve que yo amo a Dios. Educar es inspirar un espíritu libre, capaz de juzgar la vida por sí mismo.
Si le enseño a mi hijo a vivir dependiente de mí, pues hago todo por él, tomo sus decisiones y no dejo que decida por sí mismo, será incapaz de creer que él es capaz. Pero si le enseño a decidir por él mismo, a desarrollar un conveniente amor propio, a formar una conciencia honesta, él conseguirá emprender el viaje de su vida con gran acierto.
¿Cómo se enseñan los valores? Los valores no se imponen, se modelan. Se imprimen todos los días. Cuando mamá y papá enfrentan una diferencia entre ellos y guardan un silencio profundo, los chicos aprenden cómo se discute. Al acostarnos, al levantarnos, al enfrentar las dificultades y el éxito, ellos van captando los valores. Los valores se aprenden mediante un contacto frecuente y contínuo con el modelo. Esto requiere de tiempo de calidad, como también de cantidad.
Relación de vida
Cuando sustituimos este modelo por el de los discursos, con la carencia de una relación que sustenta, provocamos rebelión en el corazón de los hijos. Necesitan una relación sincera, que despierte confianza, de contacto frecuente con el modelo. Todo el tiempo que invierta en ellos trasciende, aunque no hable. Reír juntos, jugar, pasear, divertirnos, llorar, tomar un tiempo para revisar la tarea, para que nos acompañen en el trabajo será siempre una inversión para responder al desafío de enseñar valores.
Ellos aprenden valores cuando observan cómo reacciona el modelo en situaciones diversas. Usted enseña valores en su manera de manejar conflictos, en cómo cumple una responsabilidad, al levantarse cada mañana, cuando se muestra paciente, con ira o enojo. Cuando lo ven haciendo negocios sus hijos también aprenden valores. Los valores que moldean nuestra vida son la huella que los hombres y mujeres que amamos han grabado en nuestro corazón mientras compartimos la vida con ellos.
Transparencia que inspira
Por esto, nuestro comportamiento siempre debe ser consecuente con los valores enseñados. Las contradicciones producen rechazo y rebeldía. Esto no constituye, sin embargo, un llamado a ser perfectos, porque no lo somos. Debemos aprender a revelarnos ante nuestros hijos tal como somos. Si en algún momento nos equivocamos, pidamos perdón. No existe nada más transformador que la humildad de un padre y una madre. Entre más honestos seamos, mejor.
Es beneficioso que, al hablar con nuestros hijos, los recuerdos se hayan sanado. De otro modo ellos cargarán consigo un legado de dolor. Debemos aprovechar las experiencias vividas para proveer instrucción cuando nos pregunten qué pasó en alguna situación difícil. Abra el corazón y comparta con ellos lo que pasa, sin colocar carga sobre ellos. Utilice la experiencia para enseñarles cómo comprender los eventos. Se enseña con constancia de carácter y claridad. De sexo, por ejemplo, no se habla una sola vez. Se aborda el tema en repetidas ocasiones, durante todo el curso de la vida.
Saber elegir
Los valores se eligen, por voluntad propia, entre varias alternativas. Un día sus hijos saldrán de casa a un mundo amplio donde conocerán a personas con antivalores. Ellos tendrán que elegir por sí mismos. En ese momento, cerramos los ojos y oramos. No nos corresponde más que clamarle a Dios por un milagro.
Una vez elegidos los valores, forman parte de quienes somos. Los niños no siempre lo escucharán, pero siempre lo van a imitar. Cuando pase el tiempo y parezca que su hijo adolescente quiere alejarse de usted, no desespere. Un día volverá a los caminos y le dirá: «¡Gracias! Gracias por haberme enseñado cuando aún era tiempo». Si usted no es su modelo, seguirán a alguien más. Nuestros hijos anhelan admirar a alguien. Basta con que sea un excelente ejemplo para que sus hijos quieran seguir su tenacidad, su esfuerzo, su valentía. Precisamente por esto, nos apremia que trabajemos para que nuestros hijos nos vean como sus amigos, como personas cercanas.
¿Qué valores enseñar?
El valor de la amistad, de la solidaridad, del estudio, de la responsabilidad financiera, de la administración del tiempo y el valor de la familia. Siéntese con sus hijos y deje que ellos hablen de sus valores, de aquello que aprecian mucho en la vida. Es importante realizar una revisión periódica para ayudarlos a elaborar valores sanos.
Un escrito anónimo se titula: Carta de un niño a todos los padres del mundo. Contiene frases impactantes, como esta: «No me des todo lo que pido, a veces solo pido para ver hasta dónde llegar». Fomente en ellos el deseo, y, aún más, el deseo intenso. Si da con rapidez todo lo que le piden, perderán el gusto por la vida. Si aprenden a valorar las cosas, aprenderán a apreciar lo que poseen.
La carta sigue así:
No me grites, te respeto menos cuando lo haces. Además, también me enseñas a gritar, y no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenar me pides las cosas, las haré más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas que me haces, sean buenas o malas. No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor, seré yo quien sufra.
No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debes hacer; decide y mantente firme en esa decisión.
Déjame valerme por mí mismo. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender cómo se hacen las cosas.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti. Aunque sea para sacarte de un aprieto, me hace sentir mal y perder la fe en lo que dices.
Cuando hago algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice; a veces ni yo mismo lo sé.
Trátame con la misma amabilidad y cortesía con que tratas a tus amigos. El que sea tu hijo no quiere decir que no podamos ser amigos, ni que goces del derecho de tratarme con brusquedad.
No me exijas que haga lo que tú haces. Siempre haré lo que tú haces aunque no me lo pidas; pero nunca haré lo que tú me pidas si tú no lo haces.
Cuando te cuente un problema no me digas: «no tengo tiempo para tonterías o eso no tiene importancia». Trata de comprenderme y ayúdame.
Quiéreme y dímelo. Me gusta oírlo cuando me lo dices, aunque no creas necesario repetirlo.
Enséñame a amar a Dios y a conocerlo. No importa si en el colegio me enseñan. De nada vale si veo que tú ni conoces ni amas a Dios.
Sembrar lo eterno
Todo sería un simple esfuerzo humano si no sembramos a Dios en el corazón de los hijos. Él es el fundamento que nos mantiene firmes. Él nos ayuda en el momento de debilidad. Es el brazo fuerte que nos sostiene cuando se nos agotan las fuerzas. Dios es la estrella del norte que marca la dirección correcta.
Sobre todas las cosas, debemos anhelar que Dios se revele en el corazón de nuestros hijos. Para que ellos lo conozcan es necesario que nosotros lo conozcamos primero. Dentro de cincuenta años no importará la clase de auto que conducía, la casa en la que vivía o la ropa que vestía. Es robable, sin embargo, que el mundo sea un poco mejor porque usted era importante en la vida de un niño o de una niña.
Nuestros hijos anhelan padres que marquen sus vidas. Pido a Dios que nos ayude a sembrar en el corazón de nuestros hijos recuerdos que los guíen a elegir sus propios valores y, a la vez, a escoger el estilo de vida de sus padres para, eventualmente, convertirlo en el de ellos.
Este artículo resume parte del mensaje de Sixto Porras en la conferencia «¿Cómo enseñarle valores a los hijos?» (http://www.enfoquealafamilia.com/).
El autor (sixto@enfoquealafamilia.org), un reconocido conferencista internacional, ha producido más de diez millares de programas radiales y televisivos sobre temas con relación a la familia. Es el actual Director de Enfoque a la Familia para el mundo de habla hispana. Vive, junto a su esposa Helen y sus dos hijos varones, en San José, Costa Rica.