¿Es Dios duro?

Debo recordar que mi servicio a Dios depende de mi actitud hacia él. El hombre con un talento lo enterró porque, para él, su amo era «un hombre duro, que [cosechaba] donde no [sembró] y [recogía] donde no [esparció]» (Mateo 25.24). Siempre que vea a Dios como un «hombre duro», esto afectará mi servicio para él. Lo haré como algo infructuoso, una esclavitud sin gozo y un servicio sin compensación. Digo junto con Abraham que «el juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» Simón Pedro, prácticamente insultó a Jesús cuando le dijo «he aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué hay, pues, para nosotros?» (Mateo 19.27). Eso fue como llamar a Jesús «un hombre duro», porque la pregunta indicaba una duda en la mente de Pedro, de que si alguna vez recibiría recompensa por su trabajo. A menudo soy un cristiano contradictorio. Creo en el amor y la justicia de Dios; y sin embargo lo trato como a un «hombre duro» cuando dudo que cuidará de mí.
David estableció una ley en el código militar de Israel: los hombres que guardaban el equipaje debían compartir también, y recibirían igual parte del botín que aquellos que luchaban en la batalla (1 Samuel 30.24?25). ¡Admiro la justicia y caridad de David! ¿Pero acaso es Dios menos justo y menos caritativo que él? ¿Acaso me tratará a mí, un soldado de su ejército, con menos consideración que la usada por David con sus hombres?
Leo, «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6.33). ¿Son esas las palabras de un «hombre duro» o son las de un Amo amoroso que nunca me privará de nada de lo que ha designado para mí? Cuando Dios me pregunte: «¿acaso soy duro?» debo responder: «nunca, Señor», y entonces dejar que la fe confirme ese «¡nunca!» Digo junto con Abraham que «el juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18.25)
Tomado de Celebrando a diario con el Rey, de W. Glyn Evans, ©DCI, Desarrollo Cristiano Internacional, 1996, p. 326. Todos los derechos reservados.