Extraña petición
La confirmación de Jesús de que él era el Hijo de Dios, el Enviado que por largo tiempo había esperado el pueblo de Israel, ofrecía toda la apariencia de que este era el momento más oportuno para anunciar semejante verdad a las multitudes que incesantemente lo acompañaban. ¿Qué justificativo se podía dar para mantener en secreto esta información que, sin duda, podía abrirle los ojos a muchos? Compartir con la mayor cantidad posible de personas la revelación que inicialmente se le confió a Pedro pareciera ser el paso lógico para la expansión del ministerio de Cristo.
El proceder del Señor muestra que las decisiones que consideramos sabias y lógicas no siempre coinciden con la voluntad de Dios. Podemos, incluso, afirmar que en ocasiones nuestras buenas intenciones, más que un aporte, constituyen un obstáculo para el ministerio. El ministerio que avanza por el poder del Espíritu no puede descansar en la inteligencia del hombre, pues los caminos del hombre y los caminos del Señor son tan diferentes como el agua es distinto de la tierra. Podemos también afirmar que Jesús, por fidelidad a los principios sobre los cuales operaba en su ministerio, sujetó la decisión de revelar su identidad a la voluntad de su Padre.
Aunque muchas de las decisiones que el Señor tomó no muestran ninguna aparente explicación que satisfaga nuestra lógica, podemos aventurarnos a alguna dilucidación que intente entender el porqué de esta determinación. El concepto popular sobre la clase de persona que debía de ser el Mesías y cuál era su misión era tan diferente de lo que era Jesús, como la diferencia que separa el día y la noche. Si Pedro, que integraba el círculo íntimo de los Doce, no pudo entender el destino del Cristo, mucho menos lo iba comprender el grueso del pueblo. Existía un verdadero peligro de que la gente, una vez enterada de la verdadera identidad de Jesús, lo obligara a tomar un camino que no era el que debía transitar. De hecho, en una oportunidad, la multitud quiso hacerlo su rey por la fuerza (Jn 6.15). La popularidad no siempre constituye una bendición de lo alto y las acciones de Jesús buscaban limitar su interacción con las multitudes que tanto atractivo tienen hoy para muchos líderes.
El texto del evangelio nos dice que Jesús introdujo, a partir de ese momento, un nuevo tema en sus enseñanzas que radicalmente contradecía la noción popular del destino final del Mesías. ¿Cómo cree que recibieron los discípulos esta nueva revelación? ¿Qué lecciones deja para nosotros la reacción de Pedro?
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