Ministerio al paso
Quisiera invitarlo a que se una a mí, mientras intentamos pasar más allá de las palabras del relato bíblico, para introducirnos en el mismo escenario que enmarcó a los protagonistas de este encuentro hace dos mil años. Si logramos percibir la facilidad con la cual se entabla la conversación, la destreza con la cual el Cristo guía el tema, la sensibilidad con que responde a los comentarios, habremos avanzado mucho hacia una mayor comprensión de lo que significa compartir las buenas nuevas en el marco de la vida cotidiana.
Lea el texto con detenimiento. Observe los detalles del intercambio. Luego, haga suya esta oración: «Señor, queremos que, en el proceso del estudio de este pasaje, nos lleves a ver que cada momento de la vida tiene matices espirituales. Rompe en nosotros la idea del evangelismo como un evento aislado y programado. Abre nuestros ojos a las abundantes oportunidades que existen a nuestro alrededor en medio de lo ordinario y cotidiano. Amén» Cómo se habrá sentido esta mujer cuando, levantando la vista, vio a un hombre judío sentado en el pozo? ¿Habrá dudado de lo que venía a hacer? ¿Habrá sentido ira? ¿Habrá bajado la mirada?
El encuentro con la mujer samaritana nos ofrece algunos interesantes detalles acerca de la vida de Jesús y sus discípulos. No sabemos en qué época del año estaban viajando, pero es probable que el calor del día haya producido en ellos mayor fatiga que lo normal. Cerca del mediodía Jesús decidió hacer un alto en el camino. No había nada que comer, por lo que envió a sus discípulos a comprar alimentos a una de las aldeas de la región. Cuando no recibían comida de las personas que visitaban, entonces recurrían al dinero que juntaban en el camino.
Jesús estaba cansado y tenía sed. Mientras esperaba que regresaran los discípulos, se sentó cerca de un pozo, el mismo que había dado de beber a los animales de Jacob dos mil años atrás. Pero no tiene con qué sacar agua de la profundidad. Al poco tiempo aparece una mujer de una de las aldeas de la región, que viene en busca de agua. Su vestimenta claramente la identifica como samaritana, un grupo despreciado abiertamente por los judíos. ¿Cómo se habrá sentido esta mujer cuando, levantando la vista, vio a un hombre judío sentado en el pozo? ¿Habrá dudado de lo que venía a hacer? ¿Habrá sentido ira? ¿Habrá bajado la mirada?
Esta mujer iba ya por el sexto marido, por lo que probablemente no se sentiría intimidada ante la presencia de un hombre. De todas maneras, me atrevo a pensar que el encuentro estaba cargado de tensiones. ¿Cuál es el punto de partida de Jesús? ¿Por qué reacciona de esta manera la mujer? ¿Cómo aprovecha Cristo la reacción de ella? ¿Cómo introduce el elemento espiritual?
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