«¡No temáis!»
Unos pastores, que cuidaban de sus ovejas durante las vigilias de la noche, fueron completamente sorprendidos cuando se les presentó un ángel, y fueron rodeados por la gloria de Dios. Inmediatamente se apoderó de ellos el temor, «mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (vv. 10–12).Sus intervenciones siempre persiguen un propósito puntual y es necesario que escuchamos lo que él buca decirnos en ese momento.
Aunque la reacción universal en las Escrituras a las manifestaciones divinas ha sido de pavor, también se puede afirmar que en casi todas las instancias el Señor habló las mismas palabras que ellos escucharon: «no temas». Esto nos deja una clara indicación de que, si bien el temor a Jehová es sumamente saludable para nosotros, no es la intención del Señor producir en nosotros un miedo que nos paralice. Más bien, sus intervenciones siempre persiguen un propósito puntual y es necesario que escuchamos lo que él buca decirnos en ese momento. Si el miedo es tan fuerte que no sabemos lo que estamos haciendo corremos peligro de no prestar atención a las indicaciones que quiere darnos.
Así resultó con los pastores. Inmediatamente el ángel les informó de que les traía buenas nuevas de ¡gran gozo!, que no solamente afectaba la vida de ellos, sino de todo el pueblo. Al describir la llegada del Mesías como una muy buena noticia, el ángel nos está dando la perspectiva de la propuesta celestial para el ser humano. Jesús no llega, como a veces parecieran sugerir nuestra práctica de la vida espiritual, para sumarse a la multiplicidad de pertenencias y actividades que ya tiene el ser humano. En esta perspectiva Jesús, lejos de ser una buena noticia, simplemente le añade agobio a la vida, al convertirse en otro más que trae exigencias y demandas a una vida que ya, de por sí, es complicada. Su llegada representa las mejores noticias que hayan recibido los seres humanos porque él viene para simplificar la vida, para unificar nuestro ser bajo un solo propósito, que es vivir enteramente para Dios en todo lo que hacemos. Solamente desde esta óptica se puede entender que él representa buenas nuevas.
El ángel recalcó que la noticia era para todo el pueblo, no para un segmento exclusivo. Vemos el corazón amplio del Padre en esta declaración, un corazón que abarca la totalidad de la humanidad caída. Es significativo que el anuncio se lo dieran a unos humildes pastores, sin embargo. En nuestro medio, la noticia comenzaría de arriba y fluiría lentamente hacia abajo hasta, quizás, tocar la vida de los menos protegidos. En el reino, sin embargo, los últimos tienen mayor consideración. La bendición fluye desde los más pobres hacia los que más tienen, quizás porque siempre existe mayor apertura y disposición a recibir entre los más sencillos. De todos modos, la intención era que, eventualmente, ni uno solo quedara excluido del gran regalo de Dios, una carga que sigue siendo responsabilidad de la Iglesia.
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