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Vida Cristiana

Oración

28 agosto, 2013Desarrollo Cristiano1413 visitas
Miqueas 6:17-20


Jesús denuncia toda forma de oración que tenga como intención impresionar. Sin decirlo en forma directa, Cristo estaba descartando el «estilo» de oración de la mayoría de las prácticas religiosas que conocemos. Las plegarias pueden venir vestidas de diferentes colores, pero la intención siempre es conseguir algo a cambio de la oración ofrecida. En un comentario adicional, recuerda a la multitud el verdadero propósito de la oración.


Debemos confesar que nosotros, los evangélicos, también necesitamos de este recordatorio, pues en la mente de muchos la oración existe pura y exclusivamente para conseguir cosas. Por esta razón nuestras oraciones no pasan más allá de la lista de peticiones que nos acompaña a todos lados. La oración no es tan importante por lo que nosotros decimos, sino por la oportunidad que nos trae de estar con nuestro Padre celestial.

Percibiendo esta tendencia universal entre los hombres Jesús advirtió que no era necesario impresionar a Dios con las palabras o la cantidad de repeticiones «porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis». Es decir, el objetivo de la oración no es siquiera el informar a nuestro Dios de nuestras necesidades, porque no necesita de nuestra informe para tomar conciencia de lo que necesitamos.

Jesús no estaba diciendo que no debemos pedir, sino que la petición no debe ocupar mucho de nuestro tiempo porque es un ejercicio que no tiene mucho sentido cuando se trata de un Dios que ya sabe lo que requerimos. A la luz de esto, nos atrevemos a afirmar que la oración no es tan importante por lo que nosotros decimos, sino por la oportunidad que nos trae de estar con nuestro Padre celestial. Por supuesto que esto presupone que no vamos a construir nuestras oraciones alrededor de nuestro incesante parloteo, sino que vamos a disfrutar del momento de intimidad y recogimiento que ofrece el estar en «secreto con nuestro Padre».


A manera de modelo Jesús dejó un oración «tipo». Esta oración podía ser usada por los novatos y estudiada por los maduros, como ejemplo de la clase de oración que puede agradar al Padre. Mucho se ha escrito sobre el «Padre nuestro», por lo que no quiero más que compartir alguna observación personal.


Notamos una maravillosa ausencia de las palabras «yo», «mí» y «mío» en esta oración. Está permeada de un sentido de comunidad, captada en frases que son elevadas a favor y en nombre de «nosotros». También vemos que la oración dedica un buen espacio a los temas que son de interés a Dios, tales como la extensión del reino, la obediencia a su nombre, y la confesión de pecado (¡tan ausente hoy en nuestras oraciones!). Las peticiones en sí son pocas y sencillas: el pan de cada día y la liberación de experiencias que tientan. Todo esto está envuelto en un manto de adoración, en el que se reconoce la cercanía de Dios a nosotros (Padre), la soberanía del altísimo (que estás en los cielos), y su poder eterno (porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos).

En resumen, tenemos aquí un admirable modelo que puede guiar e informar nuestra propia experiencia de oración. Jesús añadió una aclaración; ¿cuál es? ¿qué conexión tiene con la oración?

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