Hacer la obra del enemigo es fomentarse una forma de ver la vida que no va según los principios eternos de Dios.
Dios frustrará todos mis esfuerzos de limitarlo o imponerle mis caprichos, ya que él no es siervo de nadie.
Dios no puede soportar que se le ofrezca un supuestamente excelente sacrificio (legalmente hablando), con el fin de disimular un corazón malo.
Si Dios me separa, debo aceptarlo sin preguntas, sabiendo que esa separación de mis hermanos es una fase transitoria.
Cuando dudo que Dios cuidará e mi lo trato como a un «hombre duro».
El Señor nos invita a momentos de intensa y prolongada comunión que son indispensables para nuestro crecimiento espiritual.