Sugerencias
Resulta muy difícil para nosotros «meternos» en la piel de los discípulos. Desde la comodidad de nuestra propia existencia, separados por dos mil años de historia, podemos fácilmente cometer una injusticia con ellos, porque conocemos el final de esta historia. La verdad es que pocos de nosotros hubiéramos imaginado que Cristo pretendía echar mano de tan novedosa solución para el dilema de cómo alimentar a la multitud.El relato nos dice que «cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, y le dijeron: “El lugar es desierto y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren pan, pues no tienen qué comer”».
En mi lectura del pasaje debo decir que es meritoria la preocupación de los discípulos por la necesidad de la gente. Me anima ver que eran suficientemente sensibles como para percibir que la mayoría estaría cansada y hambrienta. Aunque parece un detalle de poco peso, bien le vendría a muchos líderes ser más sensibles a la realidad de su gente. Muchas veces planificamos encuentros maratónicos donde el único «alimento» de la congregación es una interminable sucesión de predicaciones, sin que los organizadores muestren la menor sensibilidad por la fatiga de los que tienen que estar sentados, escuchando. No obstante, también constituye parte de la vocación pastoral estar atentos a las necesidades físicas de las personas con las que estamos.
Cuando los discípulos se acercaron a Jesús, habían visto la necesidad. Hasta allí iban por un buen camino, pero ya habían decidido cual sería el mejor camino a seguir: despedir a la gente para que se fuera a casa. Esta solución tiene demasiado en común con las sugerencias nuestras. Si bien existe un interés por las personas, el compromiso con buscar una salida es mínimo. Enviamos a la gente a casa para que cada uno se ocupe de sus propias necesidades. Suena un poco a la trillada respuesta que tantas veces damos a aquellos que comparten sus necesidades con nosotros: «estaré orando por ti». No es que exista algo de malo en el estar orando, pero en demasiadas ocasiones la frase es sinónimo del no-compromiso, la salida fácil que no requiere nada de mi propia persona.
Noto en la sugerencia de los discípulos, sin embargo, algo que me resulta más preocupante. No preguntaron a Jesús cual era el mejor camino a seguir; mas bien le dijeron lo que él debía hacer. También en esto observo un comportamiento similar al nuestro. En demasiadas ocasiones nuestra «solución» consiste en decirle a Dios lo que debiera hacer en determinada situación. No hace falta decir que esto es automático en nosotros, pues somos, por naturaleza, controladores y aun Dios no se escapa de esta tendencia. ¡Qué errado es esto! ¡Nosotros somos los que estamos necesitados de instrucciones, no él! Nos conviene más una actitud de atenta disposición que pedirle que él bendiga los planes que ya hemos elaborado por nuestra propia cuenta.
COMENTE: ¿Cómo respondió Jesús a la sugerencia de los discípulos? ¿Qué hubiera hecho usted frente a este desafío?
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