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Consejeria

Tentaciones mentales

15 enero, 2014Desarrollo Cristiano2801 visitas
Mateo 5:21

El tercer punto de ataque que Satanás utilizó para quebrantar la decisión de Cristo de servir a su Padre fue la mente. Frente al fracaso de hacer caer al Hijo apelando a sus necesidades corporales y de su yo, decidió, entonces, atacar las bases de su raciocinio.

Eso ocurrió en el Getsemaní. Allí Jesús fue enfrentado con una visión futura y total de la cruz, y todo lo que él soportaría. Jesús vio la contradicción que tendría que sobrellevar; él, quien no conocía pecado tendría que convertirse en pecado (2Co 5.21). La presión de tener que convertirse en lo que más odiaba fue una carga casi intolerable para el Hijo del hombre.
Jesús tuvo la determinación de hacer la voluntad de su Padre, sin importar cuán contradictoria pareciera esta.
Él sufrió todos los síntomas de la presión: gemidos, lágrimas, sudor e intensa agonía interna. Su mente fue sacudida como por una tormenta mientras se debatía entre dos principios contradictorios. Tres veces tuvo que acercarse con insistencia a su Padre en oración, buscando ayuda, y durante todo ese tiempo Satanás esperaba que su mente se quebrara, dejándolo quebrantado y desvalido. Pero una vez más, Jesús volvió a su determinación de hacer la voluntad de su Padre, sin importar cuán contradictoria pareciera esta. «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» (Lc 22.42) La victoria se logró y luego la paz, porque su voluntad se mantuvo firme en medio de la tormenta.

Satanás sabe muy bien cómo puedo ser destruido a través de la conmoción mental. El ser llamado «loco» fue una de las críticas que a Pablo le tocó que enfrentar (Hch 26.24; 1Co 5:13). No se protege la mente tratando de resolver los problemas con el uso de la razón, sino con la disposición de mantenerse sujeto a Dios y dejarlo a él resolver los problemas como le parezca. «Hágase tu voluntad» (Mt 26.42) es más que una simple oración; es la terapia mental que el engañador no puede deshacer. Si mantengo mi voluntad intacta, Dios me dará el espíritu de «poder, amor, y dominio propio» (2Ti 1.7).

Tomado de Celebrando a diario con el Rey, de W. Glyn Evans, ©DCI, Desarrollo Cristiano Internacional, 1996, p. 251. Todos los derechos reservados.

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