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Evangelización

En pos del cambio

7 abril, 20111311 visitas

El ministerio no solo nos ofrece desafíos particulares relacionados al desarrollo del carácter, también puede proveernos oportunidades de crecimiento muy valiosas. Si incorporamos las siguientes prácticas a nuestra agenda diaria seguramente lograremos que nuestro carácter siga su proceso de desarrollo.

La voz de la consciencia
Las tradiciones monásticas exhortaban a sus practicantes a no acostarse en la noche sin antes haber examinado los eventos del día. La consigna consistía en recorrer deliberadamente, de la mano del Espíritu, los eventos, las obras y los pensamientos del día transcurrido con la intención de identificar aquellos puntos en los que no se había actuado conforme a los principios del Reino.

Yo he incorporado esta práctica y la utilizo para plantearme tres preguntas:

  1. ¿Estoy creciendo?
    Intento identificar cuáles son los objetivos que Dios ha trazado para mi vida en este tiempo. Procuro nombrar algunas actividades específicas en mi vida que colaboran con el proyecto del Señor, de modo que mi crecimiento sea intencional.
  2. ¿Tengo deseos de cambiar?
    Uno de los problemas que el Señor identifica en la iglesia de Laodicea es su convicción de que «no tenían necesidad de nada» (Ap 3.17). Veo en esta frase una postura de soberbia y comodidad. Por esto me ocupo en analizar si he caído, en mi propia vida, en alguna rutina que haya adormecido mis sentidos.
  3. ¿Cuán profundo es mi deseo por la santidad?
    La santidad es una invitación a transitar por un camino por completo diferente al de los hombres. Es muy fácil caer en el hábito de hacer lo mismo que hacen los demás, pero el siervo santo busca la excelencia y entrega en su vida, las cuales lo distingue de la multitud. 

Buenas obras
El permanente análisis de la vida de uno mismo puede generar un egoísmo disfrazado de espiritualidad. He encontrado que una buena forma de contrarrestar esta tendencia es involucrándome en obras de servicio a favor de mis prójimos. El carácter se desarrolla como fruto de la reflexión y la acción. Si nos dedicamos a las obras que practicaba Cristo, seguramente acabaremos siendo parecidos a él.

En este sentido intento desarrollar proyectos de servicio para el bien de otros que no están referidos a mis tareas pastorales. Una de las actividades que he desarrollado, por ejemplo, es unirme a una organización que construye viviendas para los pobres. Este no es un proyecto específico de mi propia congregación, sino un ministerio al cual yo puedo sumar mis deseos de servir a los demás. Del mismo modo, en mi trabajo pastoral, procuro no siempre realizar las obras que solamente aportan un valor estratégico para el proyecto de Dios para la congregación. En ocasiones tomo tiempo para visitar o atender a personas que no están insertadas en la iglesia. Esto me ayuda a recordar el ejemplo de Cristo, el cual anduvo haciendo el bien y sanando a los enfermos (Hch 10.38)

Intencionalidad devocional
He descubierto que, en los tiempos que aparto para mis encuentros con el Señor, me resulta muy fácil caer en una sola actividad: la lectura de la Palabra o de algún libro devocional. Muchas veces me entusiasman los conceptos que descubro en estas lecturas. Me resulta tentador creer que este entusiasmo es el objetivo de mi vida devocional. No obstante, este entusiasmo no me aporta el mismo fruto que conectarme con el Señor. Leer excelentes conceptos acerca de la oración no se compara con orar uno mismo.

Para evitar que mi devocional se reduzca a la lectura de un pasaje he decidido acortar los períodos de lectura para que pueda elaborar una reflexión más productiva. Durante ese proceso intento responder a algunas preguntas: ¿En qué afecta esta verdad mi vida? ¿Qué cambios debo procurar en mis relaciones, en mis hábitos, en mis pensamientos como resultado de estas verdades? Las respuestas a estas preguntas serán las que guíen las oraciones que elevo a Dios al finalizar el tiempo con él. Con el pasar de los años he intentado que este período de oración sea más extenso, porque entiendo que en ese momento logro una conexión genuina con el Señor.

Sermones autodirigidos
Otro elemento que he encontrado útil en el desarrollo de mi carácter es buscar la forma de evitar elaborar mensajes dirigidos en exclusiva para «ellos» (la congregación). La Palabra que comparto en mis sermones también la dirijo a mi propia vida. Para que yo también resulte beneficiado de mis prédicas intento, durante el período de preparación, examinar mi propia vida a la luz de los principios que quiero enseñar. La preparación del mensaje, entonces, incluye un proceso de confesión personal y de adquirir compromisos que me gustaría que otros también asumieran.

Esta dinámica aporta un beneficio inesperado. Cuando las personas en nuestra congregación perciben que la Palabra ha trabajado primeramente en nuestra vida, reciben la enseñanza de otra manera. Nada cierra tanto los corazones como la actitud de soberbia que anuncia a los demás: «los que tienen que cambiar son ustedes, no yo».

Comunidad genuina
El ministerio pastoral tiende a aislarnos de la interacción que el Señor se propuso cuando creó al Cuerpo de Cristo, su Iglesia. Así que, las relaciones sanas con otros integrantes del pueblo de Dios son esenciales para asegurar un crecimiento sostenido.

Para no caer en las relaciones superficiales, que a veces solo crean la sensación de comunidad pero sin serlo, es necesario entablar relaciones profundas con algunos. La única forma de cultivar estas relaciones es ayudando a estas personas a entender que su llamado no consiste solo en caminar con nosotros. Deben saber que cuentan con permiso para llamarnos la atención a cualquier situación que observen en nuestra vida y ministerio, acercando una corrección oportuna cuando fuere necesario.

El líder que se anima a darle esta libertad a su equipo más íntimo habrá dado un paso muy importante en el desarrollo de su propio carácter, pues nadie ve con tanta claridad los puntos en que necesitamos crecer como aquellas personas que nos rodean.

Conclusión
El carácter pesa mucho más en la vida de un líder de lo que conseguimos reconocer. No nos resignemos a nuestro carácter actual. Si le sumamos un trabajo intencional a nuestro caminar con Cristo veremos cómo, con el tiempo, comenzamos a vestirnos de la hermosura de él.

Se adaptó de Strengthening Character, Christianity Today, ©2004. Se usa con permiso.

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