«Padre, ansío conocerte, pero mi cobarde corazón se resiste a dejar a un lado sus juguetes. No puedo deshacerme de ellos sin sangrar interiormente. Tampoco puedo ocultarte el terror que siento al pensar que debo separarme de ellos. Me acerco a ti temblando, pero heme aquí. Te ruego que desarraigues de mi corazón todo aquello que he amado más que a ti, entonces, harás que tu estrado sea glorioso. Tú me llenarás más allá que la pequeña satisfacción de las cosas.»
Una cultura de consumo valora a Dios solo por las bendiciones que él pueda ofrecer