Su buena voluntad, a diferencia de nuestros criterios tan selectivos y exclusivistas, no deja afuera a nadie, algo que frecuentemente ofende nuestras sensibilidades.
Su llegada representa las mejores noticias que hayan recibido los seres humanos porque él viene para simplificar la vida, para unificar nuestro ser bajo un solo propósito, que es vivir enteramente para Dios en todo lo que hacemos.
Los que estamos esperando que solamente en el entorno apropiado se produzcan las visitaciones de nuestro Señor corremos el peligro de desaprovechar la mayoría de las experiencias espirituales que surgen cada día.
¿Qué es lo que celebramos en esta época? Ciertamente lo que celebramos es que Dios está con nosotros, habita entre nosotros y ese hecho portentoso cambia nuestras tinieblas en luz y nuestra angustia en esperanza. ¡Gocémonos y alegrémonos!
El transitar confiado por los caminos que el Señor nos indica no depende de lo lógico que resulte escogerlos, sino de la certeza de que quien los traza los conoce bien.
Estamos tan familiarizados con los acontecimientos del nacimiento de Jesucristo que nos resulta difícil formarnos la idea de que hubo personas cercanas al lugar que se perdieron la oportunidad de ser testigos de ese evento único e irrepetible, en la historia de la humanidad.