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Biblia

Nueva identidad (Segunda parte de «Las declaraciones inaugurales de la nueva comunidad»)

15 marzo, 2013413 visitas

 El bautismo

 

El apóstol Pablo, como el gran misionero enviado por Dios para evangelizar a los gentiles, estaba acreditado para proclamar una declaración inaugural en la Escritura. Muchos consideran la Epístola a los Gálatas como el primer escrito de Pablo. Al explicar que los cristianos somos justificados por fe y librados de la esclavitud de la ley, tiene el tono de un manifiesto. Pero en este estudio, nos concierne más particularmente la porción de la epístola que posee el carácter de una declaración inaugural, ya que se formula en conexión con el bautismo, el rito individual de ingreso a la iglesia y de participación en la vida de ella. Muchos eruditos creen que la redacción original del versículo 28 es la transcripción de un credo que se repetía en las ceremonias bautismales en las iglesias paulistas. En cualquier caso, el uso que Pablo le da a esta declaración en este contexto está por completo relacionado con el bautismo. Por lo tanto, tiene el peso de una declaración inaugural para la iglesia cada vez que un nuevo creyente se une al Cuerpo de Cristo.

 

El tema principal de este pasaje es la nueva identidad que Dios le confiere a los creyentes. «Todos» los que están en Cristo se convierten en «hijos de Dios» (v. 26). Reciben el bautismo como la marca de que se han «revestido de Cristo» (v. 27). Esto significa que reciben una nueva naturaleza que se renueva de acuerdo a la imagen del Creador (vea Col 3.10). Más allá de sus diferencias, se unen a una comunidad en la que sus miembros «todos son uno en Cristo Jesús» (v. 28). La declaración inaugural pertenece a la naturaleza de la comunidad como unidad, no solo al ingreso a la misma como creyentes individuales. Más allá de su ascendencia, se convierten en «descendencia de Abraham» y, por tanto, en «herederos de la promesa» que Abraham recibió (v. 29). Todos participan en la vida de unidad que reina en la iglesia.

 

Este estudio muestra que el pasaje responde a la pregunta: «¿Qué les sucede a las personas que por fe se identifican con Cristo?». La respuesta enfática del apóstol es que reciben una nueva identidad que mantienen en común con los demás creyentes. En este pasaje Pablo no se dirige a la cuestión de quién puede convertirse en creyente. Ese asunto ya lo había aclarado previamente. Todos los que tienen fe, incluidos los gentiles, califican para recibir la bendición (3.8–9, 14, 22). A lo que se refiere Pablo aquí es al resultado de su entrada a la vida de la fe. Afirma que reciben una identidad común que sana sus divisiones y antagonismos al fusionarlos juntos en la unidad del Cuerpo de Cristo. El pasaje enfatiza en lo que ahora mantienen en común como creyentes: son miembros del cuerpo, la iglesia.

 

Versículo 28. Son impresionantes las correlaciones que existen entre esta declaración y el contenido del discurso inaugural de Pedro en Pentecostés.

 

«Ya no importa el ser judío o griego [gentil]». Cuando judíos y gentiles se identifican con Cristo por la fe, su lealtad espiritual adquiere preferencia sobre sus distinciones étnicas o raciales. Como ahora tienen en común esa única área de su vida que para ellos es de importancia suprema, están unidos en Cristo. Su compromiso se ha trasladado de su judaísmo o gentilismo a la unidad que alcanzan en Cristo. Todavía siguen siendo judíos o gentiles, pero esas distinciones no afectan en nada para que tengan igual participación en la vida de la iglesia.

Enseñanza: En la iglesia las distinciones raciales son irrelevantes. Por lo tanto, la práctica de la discriminación racial en la iglesia es pecado.

 

«Ya no importa ser … esclavo o libre». Cuando personas esclavas y libres se identifican con Cristo por la fe, su lealtad espiritual adquiere preferencia sobre su clase social. Como ahora tienen en común esa única área de su vida que para ellos es de importancia suprema, están unidos en Cristo. Su propia definición cambia de su condición de esclavos o libres a la unidad que comparten en Cristo. Todavía siguen siendo esclavos o libres, pero esas distinciones no afectan en nada para que tengan igual participación en la vida de la iglesia.

Enseñanza: En la iglesia las distinciones de clases son irrelevantes. Por lo tanto, la práctica de la discriminación de clases en la iglesia es pecado.

 

«Ya no importa ser … hombre o mujer». Cuando hombres y mujeres se identifican con Cristo por la fe, su lealtad espiritual adquiere preferencia sobre su masculinidad o femineidad. Como ahora tiene en común esa única área de su vida que para ellos es de importancia suprema, están unidos en Cristo. Su sentido de valor personal cambia de su masculinidad o femineidad a la unidad que comparten en Cristo. Todavía siguen siendo hombre y mujer, pero esas distinciones no afectan en nada para que tengan igual participación en la vida de la iglesia.

Enseñanza: En la iglesia las distinciones de sexo son irrelevantes. Por lo tanto, la práctica de discriminación sexual en la iglesia es pecado.

 

Conclusión a las declaraciones inaugurales

La importancia imperativa de esas dos afirmaciones como declaraciones constitucionales de la iglesia y su claridad cristalina las dotan de un valor normativo. El consejo para la práctica actual en la iglesia debe derivarse de los textos normativos y no de algún caso excepcional.

 

Estos textos definen la composición de la iglesia y determinan su funcionamiento. Pero sobre todo, se oponen a la formulación de juicios de valor sobre las personas y también a las atribuciones de importancia, rango, rol, oficio o participación según la raza, la clase social o el sexo. En conjunto, enseñan que, en la iglesia, la unidad cristiana se puede obtener a pesar de la diversidad de raza, clase social o sexo. Pero también enseñan que la verdadera unidad no puede alcanzarse sin igualdad de oportunidades para participar en la vida de la iglesia sin tomar en cuenta la raza, la clase o el sexo.

 

La discriminación de cualquier tipo es una negación aberrante de la unidad de la iglesia de Cristo. La Escritura promete destrucción contra cualquiera que destruya a la iglesia, el templo de Dios (1Co 3.16–17), y juicio sin piedad contra cualquiera que sea hallado culpable de practicar discriminación dentro del cuerpo de Cristo (Stg 2.1–13).

 

Busque el primer artículo de «Las declaraciones inaugurales de la nueva comunidad», en la edición de mayo-junio de Apuntes Pastorales.

 

Se tomó de Beyond Sex Roles, tercera edición, Barker Academic, 2006. Se publica con permiso del autor. Todos los derechos reservados por el autor. Los derechos de la traducción pertenecen a Desarrollo Cristiano Internacional.

 

El autor, nacido y criado en Francia, se doctoró en estudios bíblicos por la Universidad de Boston, por siete años se integró a un programa de posdoctorado en la Sorbona de París bajo la mentoría del profesor Oscar Cullmann. Es autor de varios libros e innumerables artículos. Fue líder fundador de Willow Creek Community Church, una iglesia cerca de Chicago. Está casado con María. Tienen cuatro hijos adultos y dos nietos.

 

Publicado en Apuntes Pastorales, volumen XXIX – número 6, edición de julio-agosto de 2012.

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